Por: Carmen Cristina Wolf
Cuántas veces se siente el desamparo ante el asedio del tiempo. Escribimos para quebrar el silencio estéril o el silencio cómplice y en la sed del decir buscamos ser desde el borde del acantilado. Los pasos del poeta pretenden llegar a esa “revelación sin nombre / de una bella y terrible armonía.” El venezolano Benito Raúl Losada no quiere falsificar la fe, desea volver a la “ignorancia” literaria, para insertarse “en el abecedario misterioso”. Salvo su entorno íntimo y algunos estudiosos, pocos conocen la extensa obra poética de Benito Raúl Losada. Escribió poemas desde las aulas escolares. Su temprana incursión en la política, lo llevó a prisión en cuatro oportunidades durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y lo condujo al exilio.
Algunos de sus libros más conocidos son: Campanada hacia el Alba, Nacerán los Caminos, Más allá del Relámpago, Testimonios y Apolo XI, Lebab o los despojos, Por la redoma azul, El Rostro Sumergido, La Magia Desnuda, A Fondo Perdido, Dentro y Fuera del Hombre, Los Espejos Baldíos, Momentos y vestigios y Andén del Crepúsculo. Su obra ha sido estudiada por autores venezolanos y extranjeros. Es Premio Municipal de Poesía y su escritura aparece reseñada en las más importantes Antologías. Ha publicado más de una veintena de libros y cuenta con quince títulos inéditos. Su escritura evolucionó de ser un poeta neoclásico de la generación del cuarenta, a convertirse en uno de los escritores de vanguardia que habrá de estudiarse en el futuro, por su extraordinaria riqueza temática y dominio cabal de las formas poéticas.
Para BRL la poesía no ha sido un juego marginal en momentos de ocio. Su escritura atiende a una secuencia estilística ascendente y habla de su afición por Garcilaso, Jorge Manrique, Quevedo Shelley, Rilke, Whitman, Verlaine, Rimbaud, Lorca, Elliot, Antonio Machado, Neruda, Wallace Stevens y Pessoa, entre otros. No obstante, Losada se cuida siempre de ser caja de resonancia de otras voces. En sus comienzos pretendió una claridad temática, en contraposición con el hermetismo de los surrealistas. Muy pronto emprende las formas libres del lenguaje. En la cárcel escribe Campanada hacia el Alba que revela la nostalgia del hombre alejado de sus afectos: “Somos los desterrados de la luz / efigies permanentes de los muros / … Aquí sólo hay el roce de los naipes / fuga de lagartijas asombradas, / y un zumbido de abeja, clandestino. En su obra Lebab o los despojos, el alquimista conjura las tinieblas de Babel. La transforma en Lebab, e inicia el ritual del poema, única salvación ante el caos. Se opone al ser-al-revés con el alma sembrada en el lenguaje y advierte la trampa en que se convierten las ciudades cuando los que la gobiernan y buena parte de los que la habitan la desprecian.
El encuentro con lo buscado puebla de lenguaje espacios y páginas. Atrás quedan las poses, se impone la conciencia en vigilia sin esperar la aclamación o el aplauso. Se puede “rehuir la encrucijada”, pero siempre cumplirá su destino de poeta. La imagen poética está en latencia y mediante el vocablo hallará su lugar en la tierra. BRL busca la esencia, las alucinaciones del mundo no logran confundirle, él se aleja de los espejismos, para emprender el periplo hacia adentro, “lentamente en el viaje transitivo”. El hombre de las luchas clandestinas, el financista que logró durante años llevar cuentas claras de los dineros públicos, se despoja de todo para viajar siete centímetros adentro del pecho: “Como quien busca el borde”, un indicio en el laberinto que le lleve al significado de su peregrinar. El poeta emprende el viaje del corazón hacia su raíz y penetra “en un jardín de grutas infinitas”. Desteje el hilo de la historia, “la vieja historia de la rosa”, con la esperanza de encontrar “un poco más amor / un algo menos tiempo renunciado / un arraigo de lianas solidarias / en rocas siderales de una fe rescatada”.
Culmina el desvelo y el rigor en Benito Raúl Losada en la infancia recobrada, y aprende que “todos los días / el conejo toca una mandolina / y el lirio se bambolea como un cisne”. El poeta no está comprometido a ser nadie en absoluto ante la mirada de los otros. No es importante ser importante. Los niños y los poetas saben de los juegos para no morir de tedio: “bajo un árbol / de campánulas rubias / llevan en las manos / balones saltarines”. Caracas, esa ciudad que habla desde sus calles dolidas, asediada por la miseria que se esconde detrás de la propaganda gubernamental, tiene que soportar “la confusión de lenguas / la dispersión humana”. A través de la niebla el poeta pregunta: ¿Jugamos a los dados de la amargura?
El asfalto se ha convertido en el acecho del delincuente despiadado o del fusil con órdenes precisas que rige los destinos de nuestro país: “El asfalto rechaza estrellas (…) / No está disponible al rocío” . El plan de las ideologías excluyentes ha herido a Venezuela. Todos desconfían y se pierde el contacto entre las almas. Losada da cuenta de esta realidad: Es esta ciudad nuestra ciudad / o una herida en el corazón? Su poética de lenguaje depurado y riguroso, deja entrever que tal vez, atravesando los velos del alma, se pueda hacer contacto con el Ser y toquemos de nuevo la rosa, en la “fe rescatada”
*Los versos citados pertenecen a los poemarios “Campanada hacia el alba”, “Lebab o los despojos, “Los espejos baldíos” y “Por la redoma azul” de Benito Raúl Losada.
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