Día del Idioma y libertad de expresión

Por Carmen Cristina Wolf

“Entiendo por libertad de espíritu algo definitivo: la voluntad incondicional de decir no cuando es peligroso decir no”. F. Nietzsche

El poeta alemán Hölderlin afirmó que el hombre recibió “el más peligroso de todos los bienes, el Lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Siendo uno de mis poetas preferidos, me atrevo a decirle de alma a alma que la Libertad es, unida al Lenguaje, el mayor bien que posee la humanidad, y que libertad y lenguaje son consustancialmente uno: el uno sin la otra no pueden existir.

“Entiendo por libertad de espíritu algo definitivo: la voluntad incondicional de decir no cuando es peligroso decir no” escribió Nietzsche. Es por eso que hay una lucha permanente por arrebatarnos la libertad, y sin ella el lenguaje agoniza hasta morir. “El Ser del hombre se funda en la Palabra, mas la palabra viene al ser como diálogo (…)”, escribió Heidegger. ¿Cómo puede ser entonces el Mundo un lugar digno de la persona, si se niega a esta, a un grupo de ellas o a un pueblo, la posibilidad de pensar, expresarse y actuar con libertad, y el derecho a ser oído con respeto, que es el principio del diálogo? La libertad conlleva el riesgo de tener que elegir el camino a seguir. Mas preferible es asumir la responsabilidad de ser libres a permitir que sea un hombre o un grupo de ellos los que nos conduzcan como rebaños.

Escribe Octavio Paz que la libertad “es un estado de ánimo que no sólo admite la contradicción sino que busca en ella su alimento ” (…) ¿Puede ser libre un ser humano que tiene que asentir a todo lo que se le propone por miedo a las represalias? Escuchar de veras, abandonando los prejuicios, sin resistencias y sin temor de lo que vamos a oír, es lo que poco se hace. Los regímenes dictatoriales tienen pavor de escuchar cualquier cosa que no sea idéntica a la propaganda que se hacen ellos mismos. Si algo que nos dicen es contrario a lo que pensamos, ¿podremos discutirlo y llegar juntos a descubrir dónde está la verdad, siempre relativa, pues nadie es dueño de verdades absolutas? Para moverse de la roca en que está apostada la mente con respecto a la mayoría de las cosas, es necesario una inteligencia y un corazón flexible, cosa imposible cuando ella se aferra al fanatismo.

Leer a Krishnamurti hoy, después de medio siglo, resulta impresionante: “Creo que uno se da cuenta sin demasiada discusión, sin excesiva expresión verbal, de que hay caos, confusión y miseria… no sólo en la India, sino en el mundo entero. En China, en América, en Inglaterra, en Alemania, en todo el mundo, va creciendo la confusión, el infortunio… Hay sufrimiento político, social, religioso”. Pareciera que lo hubiese escrito hoy después de escuchar el noticiero. Él nos ayuda a “ver” cuál es la causa de la confusión, del temor en que vivimos prisioneros, con amenazas de conflictos sociales, guerras, terrorismo y toda clase de miserias. Él nos dice que la causa principal es la sordera, el no escucharnos, el no hacer el esfuerzo por comprendernos.

Actuar de acuerdo con los dictados de la conciencia, la ética, el amor por la verdad, la nobleza y la honestidad, es sustituido por la conveniencia y el interés. La ambición de poder, la riqueza particular o de grupos, el gozo enfermizo de poder dictarle a los otros lo que deben o no deben de hacer, sin importar el bienestar psíquico o espiritual de los pueblos. Todo ello con grandilocuentes discursos sobre los “beneficios” que obtendrá la sociedad si se deja engatusar y manipular por sus ideologías, sean del polo capitalista o del marxista.

María Zambrano, en su discurso con motivo de la entrega del Premio Cervantes, en 1988, dice: “Don Quijote se pone en camino a la hora del alba. No podía ser de otra manera en ese personaje que padece, de manera ejemplar, el sueño de la libertad, ese sueño que, en cierta hora, tan incierta, se desata en el hombre.” La esencia del hombre es ser libre, no podemos sentirnos íntegros sin la libertad, aunque nos ofrezcan alimentos, seguridad física, lo que sea. Y si nos es arrebatada a la fuerza, la integridad de nuestro ser no nos deja doblegarnos y seguimos pensando y luchando y añorándola hasta el último latido. Hay muchas maneras de atentar contra la libertad, mediante amenazas, humillaciones, sometiendo a las personas al escarnio con ofensas y descalificaciones, vigilándolas en sus actos más inocentes y penalizándolas si no cumplen con las instrucciones del aparato estatal. Otra forma sería uniformando la educación de los niños y jóvenes en alineación con una ideología política.

Un ejemplo de las consecuencias perniciosas de los regímenes dictatoriales, es que emprenden una “ideologización” feroz en los jóvenes a través de clichés y mentiras repetidas. Se obliga a los seres humanos a pensar de acuerdo a “valores” que convienen a los grupos de poder, y a emplear su energía creativa en un sentido que supuestamente genera un bien a ese ente abstracto llamado Estado, pero que no es sino el yugo impuesto por un grupo de la sociedad que se cree con derecho a arrebatarle lo más preciado que tiene el ser humano. El gobierno, que se presume actúa por delegación de una comunidad, no puede abrogarse más derechos que los que el mismo pueblo posee. Lo que caracteriza el vivir en un sistema democrático, es la pluralidad del pensamiento y el poder expresar las ideas con absoluta libertad, así sean críticas a los que detentan transitoriamente posiciones de poder. El gobernante debe tener límites muy definidos en sus atribuciones. Los nuevos tipos de dictadura se revisten de un disfraz de legalidad, pero ejercen férreos chantajes y amedrentan a los que se atreven a disentir.

El mejor sistema de gobierno es aquél que parte de la premisa de que los gobernantes no son mejores ni más sabios que sus gobernados. Ellos también se equivocan, cometen errores, injusticias, etc. La decadencia de los pueblos se inicia cuando una persona o un grupo de personas promulgan leyes que imponen castigos a quienes les señalan sus errores, y se engañan a ellos mismos asumiendo que ellos son infalibles. Se han cometido brutales abusos y crímenes contra algunos pueblos, generando guerras internas y empeorando los conflictos de comunidades enteras. Igual ha sucedido con la prisión impuesta por el Estado comunista a los países más pequeños. Acabaron con sus costumbres y sus tradiciones, desmembraron sus familias y sembraron el terror, como sucedió con la desaparecida Unión Soviética. El discurso de unos y otros es una mentira perversa. La libertad es una gran responsabilidad, por eso, “la mayor parte de los hombres le teme” (Bernard Shaw). Ser conscientes de ello y no caer en la trampa del clima de terror que pretende infundir terror a los ciudadanos es la primera enseñanza para lograr la liberación del yugo de la tiranía. "Así como de la noche sale el claro día, de la opresión nace la libertad. " Benito Pérez Galdó

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