¿LA ESCENA ES DE LOS NIÑOS?


Por: Carlos Herrera
Un ciclo más de vacaciones. Un lapso donde las vacaciones estudiantiles colocan a cientos de miles de niños y jóvenes en asueto. Periodo donde el merecido descanso se funde con el ocio que renueva las energías de la generación infantojuvenil. Momento especial para actividades de solaz y recreación. Coyuntura de tiempo altamente beneficiosa para quienes hacen del teatro para niños, magnífica oportunidad para ofrecer a los padres de esas alternativas de esparcimiento sabatino o dominical que, como siempre, sabe alegrar a una miríada de chicuelos (as) que con la amalgama de creatividad, ingenio artístico y decantada trayectoria, convierten la palabra en estructuras de una comunicación divertida, en emplear la música, el canto y la expresión corporal en apoyo sustantivo a trasmutar la fuerza expresiva del histrión en su tenaz trabajo de convertirse en decenas de personajes sumergidos en fantásticas tramas que apelan a seducir la atención tanto de grandes y chicos.
Agosto y septiembre, la marquesina más que en el resto del año, es el mejor momento para comprobar lo que expresó el director y dramaturgo cubano René Fernández Santana que el teatro infantil “no puede entenderse como mero entretenimiento, ni siquiera reducirlo al pequeño ámbito del mundo de la infancia. Este tipo de teatro, como todo el arte, debe proponer el aniño un sistema orgánico de estímulos que lo eduquen, lo enseñen y lo distraigan”. Palabras sabias porque por espacio de cerca de seis fines de semana, los adultos en búsqueda de opciones que no sea el cine, la playa, los paseos, el parque o, en el peor de los casos, llevarlos de forma impulsiva a los centros comerciales, llevan a sus niños y niñas, al teatro y he allí que siento que no debe ser con el mero propósito de hacerles pasar un rato de solaz, sino de continuar fortaleciendo valores como la amistad, el pensamiento reflexivo, la valoración de una estética creadora, que perciba que es calidad de lo que es trabajo superficial y vulgar, que el arte escénico para ellos aparte de hacerles reír con sus singulares aventuras puedan en el fondo, proponerle muy subjetivamente seguirlos educando desde lo moral, lo ético y en ese sentido de lo cívico.
La marquesina caraqueña está por cierto, con excelentes, buenas y mediocres opciones. Va de un teatro manipulador con estructuras esquemáticas donde prolifera lo vacuo y está plagado de historias que rayan en lo ridículo hasta fábulas fluidas donde cualquier niño / niña puede percibir que desde los elementos no verbales (escenografía, vestuario, utilería e iluminación) están al servicio de una plantilla actoral que les propondrá personajes y situaciones que aparte de ganarse su empatía por su encanto, hallarán moralejas que, quiérase o no, sabrán aprehender con vehemencia y llevarlas en su recuerdo.
Un especialista teatral de nombre Manuel Gallegos explicaba que tras la dramaturgia infantil debía mostrársele al mundo imaginativo de todo niño / niña, ese “intento [de] mirar a través de sus ojos que observan desde una perspectiva distinta que los mayores. El niño ve el mundo de un modo diferente y por este camino, [el teatro y en especial, su dramaturgia, debe] apuntar al sentido lúdico”. Tras ese contacto lúdico es donde siento como espectador que asiste a muchas representaciones infantiles a lo largo y ancho del país, pero con puntual presencia, en lo que se realiza en Caracas, que quienes asumen este difícil reto, la mayor parte del tiempo pierden el norte en su capacidad de conectarse con el infante, ya que pareciese no comprender que el acto escénico no es para el lucimiento del director, actor, diseñador y realizador, sino una palestra de significación que nunca debe subestimar al uno de los públicos más exigentes que el teatro convoca.
La marquesina capitalina para estos cuarenta y cinco días que supondrá el asueto de vacaciones ofrece desde el montaje del grupo Skena, Belinda lava lindo de la dramaturga María Inés Falconi (autora de Hasta el domingo) un compacto, sencillo, y lúcido montaje que ha trascendido más de tres meses en los espacios del teatro Trasnocho gracias al ingenioso trabajo de un equipo creativo encabezado por Basilio Álvarez. Pieza que, curiosamente convoca a niños de edades entre 4 y 8 años lo cual supone que la fábula, el tratamiento formal de los elementos, la tipología de personajes y la dinámica escénica busca alentar con sus maneras, colores y lenguaje, la percepción del infante. Para los conocedores del trabajo de Skena, este trabajo pareciese repetir su fórmula de teatro bien hecho, que esquematiza su profesionalismo en esta materia pero desde mi parecer, siento que a pesar de estas observaciones, el trabajo es digno, entretenido y locuaz. Descolla las actuaciones de Anís Alvarado, Alejandro Clavier, Armando Álvarez, José Miguel Dao, César Natera e Elizabeth García. La música original (en vivo) de César Matera y los diseños de Juan Carlos Padrino, Franklin Salgado, Jesús Barrios, Juan Carlos Ogando más lo coreográfico de Claudia Camacho hacen de este montaje, una atractiva opción para los chicuelos.
En los predios del Ateneo de Caracas, en específico, en la sala de Conciertos, otro colectivo con distinta filosofía y arduo derrotero creador, técnico como artístico viene ofreciendo la pieza del dramaturgo mexicano, Esteban García, Princesas. Con acoplada puesta en escena y justa dirección general por parte de de Francisco Aparicio para el grupo Ensamble Teatral, grandes y chicos pueden confrontar untito de teatro inteligente que no minimiza al quien especta su oferta artística ni subestima su recepción.
La clave de la trama es ironizar una tanto del cliché waltdisneriano donde las célebres Blanca Nieves, la Bella Durmiente y Cenicienta en su espera del “príncipe azul”, caen en situación de comprender que eso es solo puro cuento y que hay valores que trascienden la belleza o la fealdad, la caballerosidad o lo maligno, en fin, un juego que rompe un tanto con el maniqueo modelo del bien contra el mal. Buena propuesta que se arma en sentido de componer con destreza lo visual con lo formal del la trama. Personajes definidos por caracterizaciones compactas. Ritmo que se puede ajustar si hay un poco de mayor concordancia con el empleo de los elementos escenográficos que hay un tanto en exceso.
Se destacan las actuaciones de Yenniffer Da Silva (Luna, simpática como desenfadada); Leyla Kasbar (La Bella Durmiente, bella actriz con mucho talento y exquisita soltura); Landys Sleiman (Blanca Nieves, correcta y perspicaz); Vanesa Ledesma (La Bruja, sin estereotipo, hace de su papel una acción vibrante); José Luís Llanes (El Príncipe, que por su tamaño resulta apropiado para sacar como lo hizo, la contraparte al tipo “azul principesco” atorrante de la mayoría de los cuentos y que exhibió buen talento histriónico). Con ellos, Francisco Aparicio, Candelaria Jiménez, Rafael Calleja, Ana Salazar (con exultantes momentos) y Sergio Villamizar (que aparte de componer con tino su papel, fungió como productor general).
Por ahora, dos recomendaciones dentro de una cartelera con variedad pero que se debe observar si lo que se desea es llevar al niño a ver “teatro teatro” o teatro infantil donde actúa la consabida gente de la farándula que intuye que con rostros conocidos tras la caja boba, se puede hacer un trabajo de minería con los padres y enganchándolos con su encantos. No es que sea mal teatro pero como reza el refrán: “¡zapatero a su zapato!”.

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