TEATRO A LA VISTA

Por Carlos Herrera
Luego de un necesario receso, se retoma la reflexión y el análisis del quehacer escénico constatado en las marquesinas del teatro caraqueño. Con una ausencia escrita cerca al mes y medio, he seguido asistiendo a lo que se oferta como propuestas escénicas dirigidas a distintos segmentos de consumidores -¡y vaya que lo que he constatado dice casi con un tono singular que lo que se ha expuesto y aun está en las marquesinas de los distintos circuitos y salas teatrales comerciales o no es bastante profuso; incluso me reafirma la sensación de poder afirmarle a algún teatrista que ostentamos un Festival no declarado!- y esto es sinónimo de que con o sin subsidios, con altas y bajas de calidad artística o sea teatro de arte o sencillamente “comercial”, la relación oferta / demanda hace a más de un espectador sentirse algo abrumado a la hora de escoger que ver cada fin se semana.

De mi parte, iré exponiendo comentarios desde lo confrontado porque como varios teatristas, la crítica debe asumir su rol y asumir la memoria, el análisis y la reflexión sobre los procesos de producción, circulación y consumo que, desde el acto teatral se vivencia en una urbe como la nuestra. Por ende, tanto este escrito como los subsiguientes buscarán sacar del tintero lo visto como propuestas espectaculares armadas y ofrecidas tanto por grupos noveles como consolidados. Es así que, entrando en materia comentaré dos agradables trabajos ofrecidos en la acogedora y a la vez dinámica salita del Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” situada en la avenida México al lado del Hotel Alba Caracas y cercana a una de las entradas del Metro Bellas Artes de Caracas. Un espacio de formación, un lugar abierto a grupos, artistas y creadores que buscando no solo ensayar o reunirse abren un magnífico compás programático gracias a esos brazos extendidos de una regia mujer de teatro como lo representa Carmen (La Negra) Jiménez quien desde la desaparición del maestro Horacio Petersón (fundador de dicha institución) ha generado lo que en una época se calificaba como el off off Ateneo. Una acción y un compromiso que con dignidad, riesgos, poco apoyo gubernamental y mucho sentido de compromiso, permite que el teatro emergente, el teatro no profesional, el teatro novel, el teatro que aspira hallar nichos de difusión propongan sea bien caminante de paso o aquel espectador que busca lenguajes escénicos facturados por gente joven esté justo ahí, a la mano para verlo y sentir en su fuero interno que no todo el teatro (arte / comercial) se debe buscarse en las salas / circuitos establecidos en esta bulliciosa megalópolis.

Desde julio hasta el momento que escribo esta crónica / crítica han pasado por las tablas del Laboratorio algunos grupos que atrajeron con su peculiar forma de ser producidos y de ser resueltos escénicamente, montajes que bien podrían decirse que sino son parte del teatro “hegemónico” normado dentro de las salas formales y expuesto por grupos y artistas relevantes y que poseen una aquilatada trayectoria han dejado su huella en quienes tuvimos la suerte de verlos. Por una parte, deberé referirme al colectivo Solo 2 Tosen provenientes del Estado Aragua y, específicamente de La Victoria. Bajo el estilo de teatro de narración oral y con pleno sentido de ritmo, musicalidad, un aguzado como filoso Angulo de enfoque sobre las problemáticas socio políticas del país y con miradas agudas sobre situaciones de tono globalizador donde las problemáticas sociológicas y humanas tanto en el horizonte de lo íntimo psicológico como en las aristas de los comportamientos del ser frente a su devenir o sus angustias existenciales, articularon con urticante sapiencia, creatividad y un innegable ingenio, como se puede “construir un nuevo paradigma social”.

Solo 2 Tosen les puedo calificar como una rara avis dentro de los grupos que hacen vida artística en las regiones. Expusieron ante un pequeño grupo de espectadores que sorprendidos y gustosamente los siguieron desde el inicio hasta el final (una hora con diez minutos aproximadamente) su espectáculo de Café Concert  titulado “Los Irreverentes. Un montaje estructurado con canciones de tipo “protesta” pero inspirados en lo que la vida dura a veces nos grita o la misma realidad nacional o mundial nos escupe pero que, a veces queda subsumida por toda una capa mediática o por los mitos informativos que las grandes empresas noticiosas nos hacen entender como expresión de acción - reacción del ser social ante variados factores sean estos la guerra, el consumismo, los comportamientos sexuales, las situaciones de sojuzgarmiento del poderoso (compañías o individualidades) contra el débil (la masa alienada o el ciudadano que simplemente trata de sobrevivir ante la injusticia depredadora en estas junglas de hormigón, concreto, cabillas y vidrio.

Los irreverentes es en sí un conjunto sólidamente compuesto por canciones / historias plenas de furibunda jocosidad, corrosivo humor del cual el espectador podía reír o no pero que sabía distinguir en el fondo que no todo lo allí dicho / presentado era para reírse a mandíbula batiente sino para masticarse de forma reflexiva ¿por qué es bastante duro reírse de la tragedia ajena más si esta en un segmento toca la tragedia del pueblo haitiano sufrió el terrible designio del sismo que le sacudió hace unos meses y que además traía todo ese ominoso historial social, económico y político que ya conocemos que los ha convertido en uno de los países más pobres del orbe pueda generarle al público un algo como para regocijarse? o ¿quién ha de carcajearse oyendo y viendo (gráficas) sobre una historia / canción en cuya trama existencial revela como decenas de niños iraquíes han sido muertos, mutilados o con irreparables perdidas derivado de los bombardeos inhumanos de las potencias armamentistas de ocupación?

En todo caso, si habían momentos / situaciones donde la letra actual de protesta se aligeraba y sazonaba con un aspecto menos denso hacia el receptor. Ello permitía la distensión y la posibilidad que la reflexión y  junto al humor grato pero mordaz que con fuerza de la potencia del significante, los alcances subjetivos y la doble situación de entendidos de cómo se ve algo pero como es en realidad fue producto del trabajo de Kervin Ojeda (compositor, músico, docente, narrador oral y director musical del grupo) y Christian Fernández (instructor de teatro, actor, director escénico y productor) quienes desde el año 2004 han apostado por gestar esta alternativa que más allá del propio título de este espectáculo al cual logré asistir son realmente irreverentes, son un grupo outsider dentro de lo que habitualmente estamos habituados a ver y disfrutar. Como colofón solo diré que en este país debería haber más gerentes de espacios o instituciones culturales que logren verles y entender que el público podría darle la campanada de buena nota con quien busca esa clase de propuestas que le hagan crear esa tan ansiada catarsis reflexiva y de distensión de humor que, en estos “tiempos del cólera” se hacen bien necesarios. ¡Un sonoro aplauso a ellos!

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