Una naturaleza desbordada

-->Por: Alvaro Pérez Capiello


 El título de las presentes líneas se presta a las más variadas interpretaciones… Desde el punto de vista poético, tal frase podría muy bien describir al barroco, un estilo netamente americano, donde las excentricidades del medio natural se incorporan a la arquitectura, y los elementos decorativos, a manera de raíces, troncos retorcidos, y frutos exóticos. Muchos ejemplos del barroco, presentes en la arquitectura colonial, han desaparecido víctimas de la desidia de los gobiernos de turno, o gracias a los favores de un urbanismo exagerado, donde las ciudades se transforman en un festín de metros cuadrados para los templos de concreto y cristal templado. En la Edad Media, las grandes catedrales góticas, que parecían elevar sus columnas al cielo, eran los edificios más altos de una villa o asentamiento poblado, tal circunstancia se equipara con la concepción de que Dios mismo era el principio y fin de todas las cosas, el valor supremo de una sociedad regida por férreas normas de vasallaje, en la que el estamento campesino, los siervos de la gleba (o siervos atados a la tierra) debían tributo y homenaje al señor feudal. Hoy, acordes con las máximas de la modernidad, las torres de los grandes bancos e instituciones financieras se alzan sobre los edificios de gobierno, las residencias particulares, y los campanarios de las iglesias, demostrándonos que el dinero se venera en estos tiempos como un dios benefactor. No dudamos pues al afirmar que el arte, en sí, se ha convertido en un apostolado, y quienes lo potencian, en sus mártires conocidos.
 Empero, este no es el tema que nos ocupa… Hasta hace pocos años la cuestión del recalentamiento global era una materia casi subsidiaria en los artículos de opinión publicados en los diarios y revistas especializadas. Se circunscribía a las protestas organizadas por grupos de ecologistas y amantes del reciclaje. Cuando mucho se elevaban algunas voces que propugnaban el ahorro de los combustibles fósiles, y el empleo de nuevas fuentes energéticas no contaminantes: la construcción de centrales hidroeléctricas, la energía solar, y eólica. Hoy, a la luz de los desastres naturales que sacuden al mundo: heladas, inundaciones, terremotos, tornados y huracanes, saltan las señales de advertencia… Tras el auge de El secreto, y otros textos de autoayuda, que intentan conectar al lector con una dimensión más espiritual de la existencia en el planeta, son desempolvadas las profecías mayas, las centurias escritas por el más reconocido visionario de todos los tiempos: Michel de Notredame, mejor conocido como Nostradamus. En ellas, se describe un momento histórico de grandes calamidades, signado por la carestía de la vida, la alteración en el peso y poder adquisitivo de las monedas, el desempleo, las epidemias, las guerras, las catástrofes naturales. No se necesita ser un detective como Hércules Poirot, o la señorita Marple, de las viejas novelas de misterio delineadas por Ágatha Christie, para advertir que estas cosas están ocurriendo, y no son simples fantasías de un escritor francés. El mundo está en crisis, mejor pasa por varias crisis, obligándonos a reflexionar en las bases sobre las cuales se ancla el modelo de vida del hombre contemporáneo. Cuando asistimos a exposiciones de pintura, leemos algún libro, o transitamos por las calles de una ciudad populosa, inevitablemente nos enfrentamos al vacío, a las muestras de un arte desalmado, incapaz de ofrecer una alternativa de salvación para el hombre de hoy, convertido en una máquina de fabricar billetes en aras de cancelar las facturas vencidas del mes. Como muchos intelectuales lo han intuido, el único camino válido es la resistencia cultural: oponerse a la barbarie de una época de excesivo materialismo con ideales y con ideas.

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