Cadenas: Templanza y honestidad del lenguaje (II Parte)

Por Carmen Cristina Wolf
Retomo los apuntes sobre el poeta Rafael Cadenas, cuya Parte I fue publicada en el Nº 16 de Public-ARTE, así:
Desde Una isla a un destinatario desconocido. Una existencia vivida con autenticidad puede ser tan o más poética que el poema mismo. El poemario de RC Una isla se forja desde esta reflexión sin ser una escritura de tinte filosófico, porque emerge en la matriz luminosa del mar y ese esplendor acompaña casi todos sus poemas. Plantea la paradoja de la realidad y el lenguaje que la nombra, hasta el punto de considerar la existencia del hombre como una “sombra inconquistable” de lo real, que es el poema. Lo cual nos pone ante los ojos el antiguo interrogante de si la palabra crea las cosas o éstas surgen antes que el lenguaje. ¿O son inseparables la realidad y la palabra? A veces me atrevo a pensar que la esencia es la palabra y el origen de todo es el lenguaje. Me reconozco cautiva de los primeros versículos de Juan evangelista: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio en Dios” (Juan, 1, 1-2). Lo visible no es sino una sombra de aquello que ES, el poema supremo de Sí mismo. El joven Cadenas escribe en 1960:
“Si el poema no nace, pero es real en tu vida/ eres su encarnación./Habitas en su sombra inconquistable./Te acompaña/diamante incumplido.”Cuando se vive en una isla arrojado al desarraigo se está uno sometido a la caricia o a la garra de luces y sombras, doble visión que viene de lo alto y se refleja en las aguas. Por eso la luz entra a raudales en este poemario: “Muelle de enormes llamas / Navíos que viajan al sol / (…) Ciudad de corazón de árbol / (…) La luz golpea mendigos / “(…) Y la significación polifónica de los versos abarca el lugar donde se refugia un personaje femenino: “tú entras en la luz (…)/tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor (…)/tu cuerpo es un arrogante / palacio / donde vive / el / temblor.”
El amor transforma el exilio en libertad, pues cuando estamos bien, poco nos damos cuenta de ello y se nos pasa la vida sin pena ni gloria, aferrados a la rueca de los hábitos que nos convierten en máscaras de mueca inmóvil: “El amor nos transforma /… el pobre carcelero se creía libre porque cerraba la reja, pero a través de ti yo era innumerable./ (…) El amado pronuncia el encantamiento que cubre una zozobra.”
Mas el poeta advierte que nada ni nadie en este mundo es para siempre y hay que partir de todo en cada instante: “No hay luz que nos enlace/ (…) nuestras fiestas convertidas en fogatas / que avientan su ilusorio mediodía.” En el exilio del alma los pequeños detalles salvan de la desolación, aun en la más triste de las separaciones: “El exiliado deplora las patrias / Rehúye escisiones. Se encamina hacia el instante”. Siempre lo acompaña un diamante incumplido: la libertad de poetizar. En su obra intuyo una observación rigurosa de su propio espíritu, así como de los pequeños sucesos, como por ejemplo, escuchar las voces de los niños de la casa pidiendo un helado o salir a comprar el periódico. Encuentro una síntesis de la existencia y su valoración, una visión del hombre acerca de sí mismo, de sus vivencias, una conmovedora comprensión de sus propias marchas y contramarchas, y una honestidad esencial en el uso del lenguaje. Visión que siempre será una visión parcial, pues ningún ser humano puede aquilatar la verdadera dimensión de otro ser, que es infinita.
En lugar de elucubrar o suponer, me atengo a sus propias palabras, tomadas del libro Entrevistas (Ediciones La Oruga Luminosa, 2000) y de recortes de prensa. En Últimas Noticias el 26/06/02, a la pregunta ¿Cuál es su forma expresiva? él responde: “Escribo poemas en prosa”. Acerca de sus influencias, dice: “Durante un largo período la influencia principal fue de poetas franceses como Michaux, Rimbaud, Char. Después volví a la forma del verso libre.” (…) “De la India más que su literatura me ha interesado su filosofía clásica, el pensamiento que parte de los “Upanishads”. También me atrevo a adivinar en su obra la lectura atenta de Lao Tse, Chuang Tzu, Li Po, Rilke, Lawrence. Ante la interrogante sobre si la poesía debe tener un mensaje ideológico o religioso, Cadenas responde: “No. Lo que pasa es que lo que el poeta piensa se trasluce en lo que escribe. Si uno piensa en grande, figuras como Dante, uno sabe que detrás de su poesía había un pensamiento filosófico, el de Tomás de Aquino. En el caso de Shakespeare se ha señalado sobre todo la influencia de los estoicos, especialmente de Séneca (…) Hay un vínculo entre filosofía y poesía aunque no se deben confundir ” (…). En su libro Conversaciones, traducción realizada por Cadenas a una selección de notas de Walt Whitman (Ediciones Monte Ávila Editores Latinoamericana 1994), se lee este fragmento de Whitman: “Bueno, está muy bien la cadencia, sí bastante bien; pero hay algo anterior, más imperativo. Lo primero que se necesita es el pensamiento (…) Soy muy reflexivo, me tomo mucho trabajo con las palabras (…) lo que persigo es el contenido, no la música de las palabras.” Encuentro en la poesía de Rafael Cadenas una tendencia parecida. No se pueden leer sus versos de un solo tirón, cada cuatro o cinco palabras suelo detenerme y busco dentro de mí su resonancia.

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