POEMAS

El viaje como elemento de integración del alma femenina.
Por Ana María Velásquez

Acerca del poemario Buen Camino, de Astrid Lander.
“Buen camino”, el ancestral saludo que intercambian los peregrinos que recorren el Camino de Santiago, es el título escogido por Astrid Lander para su nuevo poemario, que será presentado próximamente. Así la autora saluda al lector dispuesto a iniciar un viaje poético, un peregrinar que es metáfora del mismo transitar en la vida. Un viaje que, además, es un canto de lo femenino, que no viaja hacia afuera como lo masculino sino hacia dentro, que conducirá por la senda de la aceptación y del despojo necesario de todo aquello que no “cabe en el morral” y que hace peso en las espaldas.
La viajera solitaria comienza su recorrido en “Donde se cruza el camino del viento con el de las estrellas”, (p.siete), título de su prólogo, y antiguo lema en el “Alto del perdón”, primera parada obligada para limpiar el alma del fardo de todo lo sombrío que había detenido su andar. Así comienza el camino, libre y ligera, por ancestrales puentes de piedra, calzadas romanas y pueblos calmos envueltos en la niebla, cuyos nombres recuerdan techos blancos y puertas de establos, o, lugares de exótica reminiscencia oriental como Manjarín, aldea en la cual repican las campanas para llamar a los peregrinos extraviados.
La viajera camina sola, “Por un sendero de vueltas/Sólo lo pasa uno solo/nadie delante ni detrás.”(p. trece) porque el alma ha comprendido que se trata de un viaje hacía sí misma, hacia las profundidades del ser, ése espacio que estructura y ordena un cosmos particular, luminoso y claro, pero que debe ser encontrado en solitario, en las “vueltas” constantes del andar.
Cada poema, desde el primero, que la autora coloca en la página que llama “trece”, hasta el último, “El regreso”, página “treinta y tres”, números cabalísticos que aluden uno a la muerte del hombre, otro a la muerte del hijo de Dios, presenta una estación del camino. Conjugan la experiencia interior del viaje, unas veces de elevación a las alturas, otras de descenso azaroso, empujada por las mismas fuerzas del destino. Son momentos en los cuales no queda más que persignarse y aceptar la bajada brusca para, en la próxima parada, poder dejarse seducir por la vida otra vez, “Lo existente seduce/prosigue del destino natural”. (p.veintinueve)
Móvil, desplazando en planos diversos del lenguaje, la palabra poética se adentra en un viaje femenino lineal, progresivo y vertical, que va quitando las capas de condicionamientos que impone la sociedad patriarcal. A medida que la viajera avanza se acelera el movimiento síquico, se rompe el paradigma del dolor y la pérdida como condicionante de la palabra femenina y, se plantea un nuevo paradigma que expresa un orden interior que cohesiona y centra.
Se produce así el efecto de la unidad textual, aquél que planteara Edgar Allan Poe como condición sine qua non de la poesía que pretenda ser llamada así, efecto que permite que el poemario pueda leerse de una sola sentada porque cada elemento que lo conforma está relacionado con el que lo precede y el que lo antecede. Unidad, ese gran valor aristotélico indispensable para evitar la disociación esquizoide, caracteriza la voz de esta viajera. Sique que se integra a medida que transcurre el recorrido aceptando la vida y, sobre todo, la muerte como ciclos naturales que no indican principio ni fin, que no “descuentan” nada del andar, ni indican un recomenzar, sino seguir adelante, como en el poema Finisterre, en el que dice la viajera: Finisterre/ Costa da Morte./No es el fin de la Tierra/ ni es el fin del Mundo/ni llegar allí es descontar los kilómetros a cero…(…)…Porque lo que acaba/da lugar a que resucite/la cuenta regresiva/octogonal.”(p.treinta y uno)
Buen camino se inserta en la vanguardia poética que busca la integración del ser con la naturaleza, que es, en primer lugar, naturaleza humana. El viaje, símbolo de los tiempos actuales, se transforma en contacto con lo “natural” que habita al ser. Astrid Lander deja así testimonio de un alma en su recorrido por el Camino de Santiago, viaje para el cual se preparó por un año entero, con largas caminatas diarias en Caracas. Comprende al final, en Éxodo, la complejidad de la existencia y que la promesa fácil no existe, que siempre es un andar, “Caminas/imantada/al éxodo/de la paz prometida./Escalas como cabra/leguas empedradas/molinos y viento, molinos y viento./Crees dichosa que el Camino te sanará./Y pagas, pagas por el minuto de olvido/oculto a la vista./Cruel saber la ignorancia.(p. treinta y dos)

2 comentarios:

Cristian dijo...

Estoy de acuerdo en lo relativo al lenguaje que utiliza Astrid en su poesía, que tiene una similitud con la poesía oriental en el sentido de una mirada a la fragilidad de la vida, esa que tanto protegemos , pero que sin embargo pende de un hilo, cada estación que Astrid recorre, es un peldaño hoztil, que hay que superar, y el texto se vuelve unidad en tanto que es capaz de hacer ese recorrido y detenerse a contemplar, a escuchar(SE) y por supuesto registrar el acontecimiento de dejar atras los pasos, pero no la historia , porque esa mochila nos acompaña de manera inexorable hasta el final.

Christian Muñoz L( Poeta Chileno)

Cristian dijo...

Estoy de acuerdo en lo relativo al lenguaje que utiliza Astrid en su poesía, que tiene una similitud con enorme con la poesía oriental en el sentido de una busqueda de la fragilidad de la vida, esa que tanto protegemos , pero que sin embargo pende de un hilo. Cada estación que Astrid recorre, es un peldaño hoztil, que hay que superar, y el texto se vuelve unidad en tanto que es capaz de hacer el recorrido y detenerse a contemplar, a escuchar(SE) y por supuesto registrar el acontecimiento de dejar atras los pasos de peregrino y de ser humano, pero no la historia , porque esa mochila nos acompaña de manera inexorable hasta el final.

Cristian Muñoz ( Poeta Chileno)