ENTREVISTA



JOSE GABRIEL NUÑEZ
YO NO PUEDO ESCRIBIR EN CONTRA DE LO QUE CREO


POR. INES MUÑOZ AGUIRRE

Cuando se tiene la oportunidad de escuchar a José Gabriel Nuñez, porque esté dando clase, porque se le haga una entrevista o simplemente porque se tiene la suerte de conversar con él, se entiende de inmediato que se está hablando con un señor de la vida y con un señor del teatro. Su capacidad de exponer las ideas sin apabullar y sin la búsqueda obsesiva de querer tener la razón que caracteriza a otros, le dan aun más validez a sus ideas y uno quisiera tener el poder de detener el tiempo para apoderarse de cuanto dice y de cuanto quiere trasmitir, es por ello por lo que para sus alumnos es un docente sin igual, en el cual no se encontrarán mezquindades, sino puro estímulo y reto, en el mejor de los sentidos. Es por eso que para la gente de teatro es uno de los más importantes dramaturgos del país. Un hombre que se mueve en el aporte constante a un medio para el cual ha desarrollado una fructífera carrera
- Como se habla tanto de la influencia que tiene el entorno en que viven los autores sobre su obra, cuéntanos de tu vida, tus orígenes…
- Llegué a este planeta en Carúpano a las 7 de la noche, un 29 de octubre. Cuando asomé la cabeza se fue la luz. Terminaron de sacarme con la luz de una vela que en aquella época eran de a centavo. Mi familia fue bastante normal, no recuerdo ningún tipo de trauma, ni de conflicto familiar, salvo la presencia de la muerte. Mi padre murió cuando yo estaba muy niño, a los 8 años y nos trasladamos a Caracas. Carúpano quedó relegado para mi. Pasé 20 años sin ir porque mi familia vivió allá ocasionalmente. Por parte de padre por razones de trabajo y por parte de madre, los Rafalli, eran un mujerero, no había sino 2 hombres y murieron antes de cumplir los 30 años. Ellas se casaron y fueron emigrando. La última que se casó fue mi mamá.
- ¿Que recuerdas de tu llegada a Caracas?
- Tenía 9 años. Fue un choque llegar a la capital en esa época era salir del campo y entrar en otro mundo. Sobre todo lo que me extrañó fue la pérdida de mis amistades, mis compañeros que no pude volver a ver más nunca. Eso me golpeó mucho. Tuve que comenzar de cero con mis amistades, no tengo amistades de mi niñez y en Caracas, las amistades que hice durante la primaria tampoco las vi más. Mis amistades han sido un permanente cambio. En bachillerato fueron otros, en la universidad fueron otros y nunca más los volví a ver. Después entré a trabajar en teatro y en televisión y los que conservo más es la gente de teatro. Mi pasado está borrado en ese sentido.
- ¿Y cómo se inicia esa relación tuya con el teatro?
- Desde niño tuve mucho contacto con el teatro como espectador. En aquella época las compañías que venían de Europa, Cuba y Argentina, a veces entraban por Oriente, por Cumaná y por Carúpano. En esos pueblos había mucha actividad cultural. Luego cuando vine a Caracas, vi una gran cantidad de obras en cartelera. Mi mamá era muy aficionada al teatro y ella me llevaba. A veces era yo quien decía: vamos a ver tal obra. Yo vi a Guinand, a Luis Peraza, después me hice amigo de Margot Antillano que era la gran estrella del teatro.
- Siendo un niño ¿qué te llamaba la atención del teatro?
- No te puedo decir pero para mi era habitual ir al cine y al teatro. Todo el dinero que me daban para las chucherías y la merienda lo gastaba en libros y no sé porque en libros de teatro. No me compraba novelas ni libros para niños. Mi padrino en Carúpano, tenía 2 cines y a mi me dejaban entrar. Yo desde los 6 años estaba viendo las películas mexicanas prohibidas. Una de las primeras películas que vi fue “La mujer del puerto” que era de un incesto. Una película que fue un escándalo. Vi “Adulterio”, “Aventurera”…
- ¿Una vez que veías esas películas, compartías, preguntabas o te guardabas solo para ti lo que habías visto?
- Las dos cosas. Compartía con algunas personas porque había compañeros míos que también las veían. Eso era una locura antes. Nosotros nos la ingeniábamos y entrábamos. Recuerdo que una vez comenté con una tía mía una película que se llamaba “Crepúsculo” con Arturo de Córdoba y Esther Fernandez, una mexicana donde había un adulterio y se formó un escándalo en mi casa y me castigaron. Ahora de adulto creo que yo fui muy marcado por eso, tengo una gran influencia del cine mexicano y de hecho reflejo mucho en mi obra ese mundo, el prostíbulo, las rumberas. Yo me formé más allí que con el imaginario de los hermanos Green o de las Fábulas de Esopo
- ¿En qué momento y cómo comienzas a escribir?
- Nunca pensé que iba a hacer teatro y a escribir muchísimo menos. Me gradué de economista y tenía mis amistades como Margot Antillano y Teresa Selma. Cuando me gradué me quedó mucho tiempo libre y me puse a estudiar italiano en el Centro Venezolano Italiano. Allí había un grupo de teatro que dirigía Antonio Constante y estaba Alvaro de Rossón. Un día yo salía de clase y cual es mi sorpresa cuando vi que iban a comenzar un ensayo y me quedé. Yo siempre había visto el teatro como espectador pero nunca desde atrás. En ese entonces yo tenía 26 años. Yo empecé muy tarde en el teatro. Allí me quedé y me pusieron a hacer de todo, desde barrer el escenario hasta a preparar las gacetillas de prensa porque como yo había pasado por la universidad tenía cierto background. Después Antonio me dijo, yo creo que tu eres pésimo como actor porque me dieron dos papeles y el desastre fue terrible, yo creo, me dijo, que lo tuyo es escribir porque analizas muy bien las piezas
- Por lo menos te dio una alternativa
- Si, bueno, me dio varias. Yo ahora recuerdo la primera vez que salí a escena, creía que me iba a dar un infarto, yo no se lo que dije, del susto se me borró todo y cuando regresé detrás del escenario le pregunté ¿Qué pasó? El me dijo, ya pasó. El susto fue espantoso. Después de eso comencé a escribir. Mi tercera obra fue “Los peces del acuario” y me atreví a montarla yo mismo. Se la di a Constante para que la leyera. Antonio que estaba llegando de viaje de Europa venía con otro proyecto, otras ideas, entonces, me dijo que le gustaba pero que no era lo que tenía previsto montar. El grupo se dividió. Sin pleito, Antonio es como mi hermano. Me fui al desaparecido teatro Leoncio Martínez, allí me ayudó mucho la Federación Venezolana de Teatro, donde estaba Romeo Costea, Humberto Orsini y Cesar Rengifo
- Los peces del Acuario se convierte en un gran éxito y es la pieza que abre el camino al dramaturgo reconocido de hoy en día.
- Es una pieza emblemática. Yo la odio
- ¿Por qué la odias?
- Porque me marcó. Yo escribía y la gente hacía referencia a “Los peces”. No es mejor que “Los peces” y la crítica se preguntaba cuándo va a escribir la obra que anunció cuando escribió “Los peces del acuario”. Algunos consideraban que había sido tan impactante que inmediatamente yo iba a escribir una obra maestra y se quedaron esperándola durante muchos años. Yo creo que todavía estarán esperándola. El problema fundamental estuvo, no en un asunto creativo sino en que a mi se me pedía el lenguaje, la perfección en la palabra y no sé si es que no la domino todavía, pero el teatro como literatura no era mi camino. Ya de hecho en “Los peces”, yo hago una ruptura con el espacio, porque no tienen ni espacio ni tiempo determinado, van apareciendo las escenas y creo que eso fue lo que más impactó porque estábamos acostumbrados al teatro convencional, con espacios exactos, teatro realista. Cuando se bautizó mi último libro, Ibrahim Guerra destacó en la presentación ese hecho y luego es un fenómeno que se repite en Vimazoluleka de Levy Rossel. Esas dos obras se estrenan el mismo año y rompen con todo
- Yo creo que el tema no es que no hayas escrito una obra que no haya superado “Los peces”, sino que ese fue un momento muy especial en el teatro venezolano, se pasa a un teatro…
- Que no sé como llamarlo, porque creo que no tiene nombre
- De hecho, gracias a eso surge un dramaturgo que sigue escribiendo, que muchas de sus piezas son conocidas en todo el mundo. En su más reciente libro está “Dos de amor” “La cerro Prendió”, “La mantis religiosa” “Pobre del pobre” y “Tómate una pepa de Lexotanil”, donde los nombres tienen mucho que ver con ese lenguaje que ha caracterizado la obra de José Gabriel
- Es importante destacar que es una obra que divide en dos mi forma de escribir. Yo quería escribir con un lenguaje cotidiano cosas que realmente importasen, yo veía que a veces, el desmesurado cuidado del lenguaje podía afectar la comunicación que yo quería tener con el público y el factor fundamental fue descubrir el humor. Una vez Pedro León Zapata me llamó para la Cátedra del humor, yo ya había hecho unas cuantas telenovelas, y yo le dije que yo no era humorista, Zapata me contestó que cómo era eso de que yo no era humorista y dijo: si a mi todo lo que tu escribes me da mucha risa. Eso me cayó muy mal porque yo creía que estaba escribiendo en serio, así que yo no lo tomé como un elogio y pasé revista a todo, entonces me di cuenta que sí, que la gente se reía mucho con “Los peces del Acuario” y aterricé, me di cuenta que las obras que habían tenido éxito y que realmente habían establecido el contacto que yo quería establecer con el espectador estaban escritas con cierta dosis de humor, inclusive “La visita del extraño señor” tiene ese disparate de que Dios viene de visita a la tierra y cae en Venezuela en campaña política y llega a un prostíbulo. Toda esa mezcla produce un efecto de humor, pero detrás pretendí plantear algún elemento, que aunque a mi no me gusta hablar de crítico y social, por ahí va. Creo que cuando nosotros escribimos pretendemos decir algo, lo que escribimos no puede quedar en un vacío, una cosa vana, un limbo. Eso es un reto, un compromiso que deben tener no sólo los que escribimos, sino todo artista.
- Cuando descubres estas líneas que caracterizan tu obra has podido establecer diferenciación entre el teatro que hacías antes y el teatro que haces ahora, porque para uno como lector o espectador se han producido cambios contundentes que nunca se sabe si han sido premeditados o inconscientes…
- Si, ahora es totalmente distinto, hay cosas que me dan la sensación que pertenecen a un pasado que borré. Tuve creo que tres cambios. A partir del “Llamado de la sangre” me fui hacia una línea de trabajo con el humor y luego comencé a trabajar los personajes femeninos, muchos monólogos y monólogos femeninos. Solamente escribí uno para un hombre y fue “Madame Pompinette”, que fue afortunadamente uno de mis grandes éxitos porque engranó todo eso del humor con lo serio que quería plantear, ha sido posiblemente mi obra mejor planteada, porque quise decir algo, lo dije a través del humor siendo un drama terrible lo que vive el personaje. Coincidencialmente creo que allí me separé del personaje masculino, el es un hombre que termina convirtiéndose en mujer, enterré el personaje masculino. Lo que estoy escribiendo ahora no está cayendo en lo grotesco, es totalmente distinto.
- ¿En esos cambios de tema y de forma de escribir qué es lo que marca tanto a un dramaturgo, son sus vivencias?
- Yo creo que eso es fundamental. Yo no creo que el dramaturgo se pueda desligar de lo que es como persona, nosotros sencillamente tenemos un pedacito más, una parcelita en nuestra cabeza donde nosotros nos metemos, pero aunque estemos ahí parados no dejamos de ser igual a todos los demás y lo que realmente somos como personas se cuela y se escapa en lo que escribes, porque yo no puedo escribir en contra de lo que creo. Si tu crees en algo lo reflejas allí y si no crees también, es inevitable. La ficción es otra cosa, pero es lo que disfraza a veces lo que crees, porque tampoco es que puedes estar permanentemente haciendo un tratado de tus vivencias o de tu forma de pensar. Le tienes que dar la forma teatral. A veces la historia se nos va por otro lado porque el personaje como tal nos está exigiendo.
- En ese cambio que te conduce a escribir sobre mujeres, debemos suponer que están presentes tus tías, ese hogar lleno de mujeres, pero a su vez, esas mujeres cambian también…
- Vuelvo a citar a Ibrahim Guerra, yo a veces no me doy cuenta de donde estoy , ni el sitio que estoy ocupando porque nunca me ha interesado eso, el dijo que yo empecé escribiendo personajes femeninos que eran madres pero desde que escribí una obra llamada “El largo camino del Eden” que es un drama de una madre torturada en la policía, porque tiene un hijo guerrillero. El me descubre que después que a esa madre le matan el hijo, yo más nunca escribí sobre madres, escribí sobre mujeres que se resisten a ser madres, que rechazan al hombre y asumen su posición de mujer, sexual y eróticamente. Últimamente he escrito sobre el erotismo y la sexualidad femenina. Las mujeres que hablan abiertamente como en la obra “Baño de damas” de Rodolfo Santana donde hablan abiertamente de su erotismo, de su necesidad, de sus deseos sexuales. Es posible, tendría que hablarlo con un psiquiatra, hasta que punto me marcaron las rumberas mexicanas, los prostíbulos. Cuando vi a los 6 años “La mujer del puerto” en la que el hombre le desgarraba la blusa a una prostituta y entonces yo le pregunté a mi mamá porqué ese hombre había hecho eso, no se pueden imaginar el castigo que me echaron, pero para mi eso fue normal y nunca lo vi como una aberración.
- Se comenta mucho sobre la vigencia de tus piezas, sobre ese tratar los temas de una forma tan particular que ni aún el paso del tiempo las desactualiza ¿Con qué tiene eso qué ver?
- Yo no creo que sea merito mío el que la obra esté vigente creo que eso es una desgracia para el país. En 1997 yo escribí “ Pobre del pobre” era el ultimo año de gobierno del Dr. Caldera. Yo no había vuelto a leer la pieza y la leí cuando el libro iba a entrar a imprenta y les confieso que me asusté. Eso me ha pasado varias veces, con “Madame Pompinette”, después con “Maria Cristina me quiere gobernar”. Yo no creo que sea tanto compromiso o será que el compromiso uno lo lleva adentro y las cosas salen porque salen. Yo lo disfrazo, lo hago parodia, caigo en lo grotesco pero la intensión es esa.
- ¿Pero crees que el teatro que se escribe en la actualidad está asumiendo un compromiso con un tiempo especifico, podrá en un futuro reflejar un momento del país, crees que existe ese compromiso en la actualidad?
- ¿Compromiso de la dramaturgia actual? No lo sé, aunque creo que desde la entrada de los 90 comenzó una tremenda crisis en el teatro venezolano y estoy seguro de una cosa, que la parte más brillante y más nutrida que ha tenido el teatro venezolano fue la dramaturgia, sin hacer menosprecio de los directores, actores y actrices, pero la dramaturgia venezolana llegó a ser la principal de Latinoamérica en los años 80. Después comenzamos a hacer un teatro intimista, se comenzó a tocar otra temática que yo considero que era valida porque tampoco podíamos seguir escribiendo sobre la guerrilla de los 60, ahora el problema yo no sé si es la dramaturgia porque eso lo va a decir el tiempo, mañana se dirá si esas obras que se están escribiendo ahora podrán trascender o van a decirle algo al espectador y si harán un bloque importante para el teatro venezolano. Eso no lo podemos decir ahora, lo que pasa es que cuando nosotros comenzamos a escribir a partir de los 60, fue tan contundente el cambio que el público lo recibió. Pero yo me hago otra pregunta ¿Por qué el público nuestro se perdió? Cuando José Ignacio, Chalbaud, Chocrón, Rodolfo, estrenaban una obra eso era un acontecimiento, la gente iba casi sin publicidad, la gente corría la voz y casi reventaban las puertas del teatro. Después la gente dejó de ir al teatro y el público actual es otro. Yo no tengo la respuesta, es una interrogante a la que yo no le he encontrado la solución, puede haber una doble causa, que el público se cansó de lo que estábamos escribiendo, que hay un público nuevo o que nosotros dejamos de escribir unas obras que fueron contundentes y que interesaron.
- ¿Cómo ves la relación de la gente que hace teatro con su proceso de formación, hay alguna diferencia notoria entre el momento en que tu empiezas a escribir y en la actualidad. Cuál ha sido el verdadero avance?
- Se ha dado un avance muy importante. Yo no quiero hacer historia pero desde que llegó Gómez Obregón en los años 50 ó Juana Sujo, Romeo Costea, Horacio Peterson, Alberto de Paz, toda esa generación de hombres y mujeres que vinieron no sólo a hacer teatro sino a formar, porque en Venezuela no existía la formación teatral, sin embargo, no tuvo el carácter que tiene ahora, por ejemplo, en el IUDET, en la misma Juana Sujo, en la Cesar Rengifo, donde los estudios no van solo al actor si no que se forman de manera integral. Yo creo que la experiencia del IUDET es única en Latinoamérica, yo he estado en varios países estudiando en las universidades donde se imparte la enseñanza teatral y en ninguna parte he encontrado las directrices que hay en el Instituto Universitario de Teatro. Es una referencia única porque se forman profesionales integrales. En el instituto hay además, varias menciones. Se estudia producción, diseño, docencia, actuación y dramaturgia aunque no se ha abierto. Ahora hay muchas más posibilidades de formarte en todo sentido, nosotros fuimos autodidactas. Yo no estudié teatro porque no había donde estudiar, lo que había eran academias de actuación. Yo me formé conociendo los maestros, fui gran amigo de Rengifo. El me quiso mucho. Es más yo tengo una anécdota y una deuda que nunca saldaré, la última obra que el escribía y que no pudo terminar, le dijo a su esposa que me la pasara a mi porque yo era la persona que la podía terminar. Yo tuve la suerte de que el dio un taller en el Celarg de dramaturgia y cuando tomé ese taller ya tenía 6 obras estrenadas, es decir que tenía un camino andado y si se quiere cierto nombre y cuando tomé el taller me asombré de lo poco que sabía. Ahora los jóvenes tienen la oportunidad desde los 17 años de hacer otra cosa. Yo creo que es importantísimo el giro que ha dado la educación en nuestro país. Yo no creo que el hombre de teatro puede ser solo intuitivo, yo creo que uno necesita formación. En mi caso yo leí mucho y me interesé por el teatro, así que cuando comencé tenía una formación que mucha gente no tenía, después hice ese taller que fue prácticamente una maestría porque fueron dos años, después estudié en Estados unidos.

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