Por Astrid Lander
Nunca es tarde para escribir un libro. Tampoco es tarde para una reseña de un libro que salió publicado el año pasado. Justo a un año, en noviembre pasado, Mary Rodríguez Herrera, Dra. en leyes, juez y Licenciada en Letras, publicó su primer poemario Poemas Guardados. También yo decidí cumplir con el ritual de guardar esta reseña por un año, para que reposara, tal como aconsejan los maestros de literatura. La poeta tuvo la fortuna de tomar el Taller Literario del Poeta Profesor Eleazar León, como la afortunada iniciación que se puede tener en este camino de la poesía. Desde esos años datan sus Poemas Guardados, y bien nos dicen los sabios de las virtudes de la espera, del saber aguardar a manera de maceración, así como se coloca un fruto al sereno para la gustosa maduración. Así son los poemas de esta poeta, que bien atina a cantarnos en sus poemas, donde se cuela la felicidad nostálgica de la vida plena.
Mary Rodríguez Herrera en el proemio de su poemario, nos expresa que no se han de guardar los poemas a solas. “Publicarlos ratifica su existencia”. Ciertamente, la obra creadora se ha de externar para que se cumpla con efectividad la clave de la comunicación. Ella ha sacado desde el fondo, desde la soledad del escritor, sus poemas guardados. Los imagino guardados simbólicamente en un baúl, como nos indica la foto de Beatriz Tinedo en la portada del libro, bajo llave, “la llave de la palabra”. Allí guardaba a las abuelas, guardaba las casas grandes, guardaba la mana. La poeta atesora los cuentos familiares que residen con la pertenencia. Como bien lo escribe en uno de los versos: “Sigue siendo mía la mana”.
Esa mana, que es un estanque, que es todo un río que la emana, como fluye la poeta: “hechicera / en su profundidad / para verla eternamente…” Una mana como una nana de cuna, que la poeta rememora: …“de niña oía sus cuentos / cubiertos de neblina, / posesa de su magia”.
Así, es esta una poesía nostálgica del origen, de su genealogía de montaña, de pueblo andino, de neblinas, de Muerte en el alba: En esa casa de altas paredes / y corredores oscuros, / no se abrían las ventanas por el temor / de no recordar cerrarlas / y quedar a merced de un pueblo solo, / fantasmal”. Desde donde merodean las abuelas: ...“Cuando murió esta abuela / seguían sonando los platos / las sillas y las mesas. / Era ella / con su sonar de casa / y era también la otra, la alta / con su girar de llave / que seguía cuidando después de muerta”.
Con estas abuelas matriarcales, mujeres guardianas y aliadas, leemos el poema La magia y el vacío: “Las mujeres unidas por la magia”. Capta así el auténtico sentir femenino de compartir y amigar con las mujeres, de confabular para no estar solas, para creer otra vez, para llenarnos de nuevo.
El amor está siempre presente en este poemario, el amor colocado justo en el dolor orgánico del corazón, porque bien sabemos que hasta el mismo corazón duele físicamente cuando el amor nos enferma, tal como lo pone en el poema La oportunidad: …“el corazón cruzado se me fue hacia atrás, / mi vida ya no da para lágrimas… solamente el peso del silencio / que si se aliviara / el corazón volvería a su puesto / y no seguiría allí incrustado / pendiendo del esternocleido / cobarde por no llorar / en el lado izquierdo / como debe ser”.
Un amor de tango se diría, tal como la poeta misma lo canta en su poema: El alma y el tango: ..“viví lo que se va tras el tango, / eso que suscita, / suspende”. Vívida en amores, la poeta nos vuelve a cantar: “Allá sonaba el tango / con las luchas de pasión y muerte / bajo fango y Funes con el piano / hacía de espejo en mi camino, / desde la seguridad de mi casa, / todo esto que he construido, / con las bondades del alba y el olvido”.
Así, Poemas Guardados registra una vida con sus altos y bajos, el rescate de aquello que impregna la llama vital de la existencia. Esto es, la contemplación del recuerdo, mantener el pasado como presente, como en su poema Desarraigo: “el páramo en los ojos” y culmina en el mismo poema: “de pensarme allí / sintiendo que regreso”. Y vuelve en el poema La despedida: “me voy para siempre / aunque no me mueva / un instante de aquí”.
Estos recuerdos acampanan sus Poemas Guardados, que nostalgian por lo heredado, más allá de Ejido, Mérida, para rescatar “las llaves inalcanzables / para encontrar tu alma / y para abrir la noche / en su caja de estrellas”.
Tras leer este poemario, se recorre un viaje bucólico por los paisajes andinos, se hace un camino y como decimos los peregrinos en el Camino de Santiago: Mary, Poeta, Dra. ¡Le deseo un Buen Camino!
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