Cuerpo de títere a gota dulce
—a la perspectiva de una crónica—
Juan Martins
La relación que existe entre la sociedad y el arte se estrechan cuando se hace presente el vínculo con la comunidad. En estos momentos la experiencia con los niños es directa, humana y parte de ese nivel sensible al momento que nos encontramos en la Escuela Básica República de Venezuela en comunidad de «Coche»: niños, docentes, padres y representantes. Poco antes de comenzar la función, el arte interviene en ese espacio físico que denominamos «escuela». La escuela, como hecho socializante, es intervenida por la agrupación del estado Carabobo, Gota dulce. Todo es diferente. El sistema (entendida en su paradigma actual) se (des)aliena para considerarse, en cambio, el proceso sensible al que hago referencia. La estridencia no molesta en estos momentos. Adquiere una sonoridad que entendemos como alegría, entusiasmo y calidad humana la cual se edifica en la acción solidaria de la actividad. Tenemos de estos niños su mejor momento: la alegría que les produce cuando su escuela está siendo intervenida por las condiciones que exige aquella teatralidad a la que se dará a lugar. Así que los técnicos hacen el ajuste necesario. Se entiende que ese ajuste está en relación con un espacio cambiante, dinámico. No supera la realidad, se alterna a ella. El entusiasmo continúa en ese ritmo poco antes de que anuncien el espectáculo. Trato de definir aquí la relación entre la propuesta conceptual de la muestra y esta experiencia social cuando la vives en forma directa y, como es natural, desde esas condiciones sociales: la necesidad que tienen nuestras escuelas de que sean intervenidas por lo estético. Nada sencillo, pero la candidez del evento es sin lugar. Lo que no suele suceder en estos espacios cuyo proceso de aprendizaje se presenta, muchas veces, cerrado y ahora con la profunda necesidad de cambiarse. Ante ese hecho, con la gracia, el ritmo y la comicidad se nos representó el espectáculo mediante la técnica del «títere de mesa» como tradicionalmente lo conocemos.
En ese sentido han mantenido una relación directa con el público infantil. Este público al que, hasta ahora, he venido definiendo se introduce con el entusiasmo a lo que es para ellos una nueva actividad de aprendizaje. Los niños están encantados ante esa experiencia. Incluso, eso permite que tengamos lo mejor de los espacios educativos: los personajes figuran su condición para que encuentren lo mejor de los niños. Es decir, que ellos formen parte del espectáculo. La representación adquirió varios niveles. En primera relación, los títeres de mesa, en otro diferenciado, el actor (desarrollando varios personajes). Los títeres se integran, componen esa entrar y salir del teatrino. A modo de que la condición ficcional del espacio teatral se vea desde diferentes perspectivas. Actor-Títere-Representación= discurso escénico. Este es un mérito del trabajo. El hecho técnico se ve consolidado. Es en sí una búsqueda interesante. Se integra a una experiencia diferenciada, puesto que los títeres no sólo son representados en el nivel tradicional sino que nos encontramos con ellos al nivel del actor. Entran y salen del teatrino, acompañan al actor en esa experiencia. Ahora considero que la agrupación, en ese proceso de búsqueda, es importante que trabaje con rigor la sintaxis del relato teatral, el hecho de que la dramaturgia acompañe la experiencia desde la disciplina de este género. El rigor, permitirá alcanzar en un mayor nivel el discurso de esta agrupación que se nos exhibió con un manejo interesante el cual, además, hacía placentero dicha representación. El discurso del género en una dimensión de experimentación o búsqueda de su propia poética.
—a la perspectiva de una crónica—
Juan Martins
La relación que existe entre la sociedad y el arte se estrechan cuando se hace presente el vínculo con la comunidad. En estos momentos la experiencia con los niños es directa, humana y parte de ese nivel sensible al momento que nos encontramos en la Escuela Básica República de Venezuela en comunidad de «Coche»: niños, docentes, padres y representantes. Poco antes de comenzar la función, el arte interviene en ese espacio físico que denominamos «escuela». La escuela, como hecho socializante, es intervenida por la agrupación del estado Carabobo, Gota dulce. Todo es diferente. El sistema (entendida en su paradigma actual) se (des)aliena para considerarse, en cambio, el proceso sensible al que hago referencia. La estridencia no molesta en estos momentos. Adquiere una sonoridad que entendemos como alegría, entusiasmo y calidad humana la cual se edifica en la acción solidaria de la actividad. Tenemos de estos niños su mejor momento: la alegría que les produce cuando su escuela está siendo intervenida por las condiciones que exige aquella teatralidad a la que se dará a lugar. Así que los técnicos hacen el ajuste necesario. Se entiende que ese ajuste está en relación con un espacio cambiante, dinámico. No supera la realidad, se alterna a ella. El entusiasmo continúa en ese ritmo poco antes de que anuncien el espectáculo. Trato de definir aquí la relación entre la propuesta conceptual de la muestra y esta experiencia social cuando la vives en forma directa y, como es natural, desde esas condiciones sociales: la necesidad que tienen nuestras escuelas de que sean intervenidas por lo estético. Nada sencillo, pero la candidez del evento es sin lugar. Lo que no suele suceder en estos espacios cuyo proceso de aprendizaje se presenta, muchas veces, cerrado y ahora con la profunda necesidad de cambiarse. Ante ese hecho, con la gracia, el ritmo y la comicidad se nos representó el espectáculo mediante la técnica del «títere de mesa» como tradicionalmente lo conocemos.
En ese sentido han mantenido una relación directa con el público infantil. Este público al que, hasta ahora, he venido definiendo se introduce con el entusiasmo a lo que es para ellos una nueva actividad de aprendizaje. Los niños están encantados ante esa experiencia. Incluso, eso permite que tengamos lo mejor de los espacios educativos: los personajes figuran su condición para que encuentren lo mejor de los niños. Es decir, que ellos formen parte del espectáculo. La representación adquirió varios niveles. En primera relación, los títeres de mesa, en otro diferenciado, el actor (desarrollando varios personajes). Los títeres se integran, componen esa entrar y salir del teatrino. A modo de que la condición ficcional del espacio teatral se vea desde diferentes perspectivas. Actor-Títere-Representación= discurso escénico. Este es un mérito del trabajo. El hecho técnico se ve consolidado. Es en sí una búsqueda interesante. Se integra a una experiencia diferenciada, puesto que los títeres no sólo son representados en el nivel tradicional sino que nos encontramos con ellos al nivel del actor. Entran y salen del teatrino, acompañan al actor en esa experiencia. Ahora considero que la agrupación, en ese proceso de búsqueda, es importante que trabaje con rigor la sintaxis del relato teatral, el hecho de que la dramaturgia acompañe la experiencia desde la disciplina de este género. El rigor, permitirá alcanzar en un mayor nivel el discurso de esta agrupación que se nos exhibió con un manejo interesante el cual, además, hacía placentero dicha representación. El discurso del género en una dimensión de experimentación o búsqueda de su propia poética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario